La primera vez que supe de Azpiri fue gracias a los
juegos de 8 bits que programaban las empresas españolas. Un día de Reyes, cuando
tenía 14 años, mis padres nos regalaron a mi hermano y a mí un Commodore 64. A este acompañó el Erbe
88, un pack con 5 juegos, entre los que incluía Mad Mix Game, Chicago’s 30 o
Silent Shadow entre otros.
Lo que más me llamaba la atención de aquellos juegos
eran las portadas. Las ilustraciones de las cajas incitaban a consumir el
producto, independientemente de la calidad que tuviera el juego. Cualquiera que
haya vivido la edad de oro de los juegos españoles de 8 bits sabrá lo que digo;
esas ilustraciones tenían algo especial, encandilaban, y su dinamismo hacía
volar la imaginación. No hace falta decir que el autor de aquellas imágenes no
era otro que Alfonso Azpiri.
Azpiri, junto al guionista Ignacio Moreno Cuñat (Nacho)
crearon a finales de la década de los ochenta a Movimientos Telúricos
Orgánicos, conocido entre sus amigos como MOT. A
diferencia de la mayoría de los lectores de esta serie, no conocí al personaje
por el suplemento dominical El Pequeño
País, sino por el videojuego de Opera Soft para mi Commodore 64.
En el
año 1988, y sobre una idea original de Azpiri al mando de los lápices y con Nacho
al frente del guión tuvo su aparición en el suplemento dominical de El País las aventuras de un monstruo del
armario mucho antes de que Pixar lo hiciera con Monstruos S.A. Pero MOT no es
el típico monstruo del armario: era gordo, con cuernos y cola de lagartija
sobredesarrollada, desvergonzado, y prefería comer hamburguesas, pizzas y
embutidos en lugar de niños.
El
argumento de las historias bebe mucho de la literatura fantástica, aunque con
toques de ciencia-ficción: MOT tiene la capacidad de abrir puertas
interdimensionales hasta llegar a mundos fantásticos a los que arrastra a Leo,
un adolescente al que le da más de un dolor de cabeza. Suelen ser historias
alocadas con un humor algo absurdo que a veces me recuerda las novelas del
tristemente desaparecido Terry Pratchett, haciendo que el público infantil vea
la gracia, sí, pero que los lectores más mayores capten otro tipo de humor. Uno
de los detalles que más originales me han resultado, es que Leo no es un niño
que al final del cuento se termina encariñando con el monstruo; es un
adolescente al que, las visitas del monstruo le acarrea sesiones con un
psiquiatra argentino.
La
característica de estas historias es que el héroe es eso: un monstruo. Aunque
es una idea que ya se ha visto anteriormente en el cómic (Los 4 Fantásticos, El hombre
cosa), la vuelta de tuerca que dan los autores es que, esta vez no es un
hombre convertido en monstruo. Es un monstruo desde el principio (a saber
cuándo).
Alfonso
Azpiri es único para crear monstruos y robots, además de lugares fantásticos y
de ciencia-ficción. Se le da muy bien ambas ambientaciones. Su dibujo en estas
historias es espectacular, con un coloreado de acuarela que realza aún más la
calidad. Una característica a señalar es que a lo largo de la serie, va
suavizando los trazos del personaje: al principio cuenta con más dientes, más
escamas y es más recargado. Características que irán disminuyendo a lo largo de
los episodios.
En
cuanto al guión, a pesar de su humor absurdo y ritmo alocado, las historias
están muy bien construidas, con una trama que hace encajar una aventura con la
siguiente. Se trata de unos cómics muy divertidos, con gran dosis de aventura,
y con un guión y dibujo de calidad.
Como
ya he comentado, se comenzó a publicar semanalmente en el suplemento dominical El Pequeño País desde 1988 hasta 1990
con un total de 6 episodios. Los cinco primeros fueron reeditados más tarde en
libros por Ediciones El País/Altea. El sexto, titulado El Aprendiz de Brujo, no apareció publicado en esta colección.
Entre
2008 y 2009, Planeta DeAgostini publicó dos integrales, esta vez con los seis
episodios de la serie y con extras, como imágenes promocionales, reproducciones
de acetatos de la serie animada, carátula del videojuego, bocetos y
reproducción de un juego de mesa publicado en El Pequeño País.
Lástima
que estén descatalogados, como la mayor parte de la obra de Azpiri. A día de
hoy, sólo se pueden conseguir a través del mercado de segunda mano. La verdad
es que me hubiera arrepentido si no me hubiera hecho con un ejemplar de cada
libro antes de que la editorial Planeta perdiera los derechos.
Esperemos que los reediten pronto.
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